Años después de la muerte de
mí madre, mi padre se había casado con Marina de treintaicinco años, cinco años
menos que él. Yo estaba a punto de llegar a la mayoría de edad, mi padre era
camionero y se pasaba casi toda la semana fuera de casa, solo pasaba con nosotros
los fines de semana en casa. Marina y mi padre deseaban con todas sus fuerzas
tener otro hijo, para eso los días que se encontraba en casa, aprovechaban cualquier
momento para tener relaciones.
Desde mi cuarto los
escuchaba hacer el amor, oiga la cama crujir, los golpes del cabecero contra la
pared y a ella gemir. Después de casi un año, nada, ella no se quedaba
embarazada y la pobre se iba desesperando, “se me va a pasar el arroz” decía cada
vez más apesadumbrada. Una noche que mi padre estaba de viaje, ella quedó con sus amigas para ir a una cena
con sus compañeras de trabajo para celebrar no se qué. Mi padre no se opuso, ya
que a ella solo irían las empleadas y un par de “chicos”, que según decía Marina,
“no eran peligrosos” y guiñaba un ojo.
Ya era más de la una de la madrugada, cuando oí que un coche paraba enfrente del adosado donde vivimos. Me asome y vi un taxi, de el salieron cuatro mujeres a cual más borracha y haciendo un escándalo que lo oyeron en todo el vecindario. Salí corriendo para abrir la puerta de la calle, cuando las mujeres me vieron empezaron a silbar. Algunas luces se encendieron en las casas vecinas y alguien grito para que nos callásemos.
- Mira
que tío mas bueno nos sale a recibir, Guapo dame un achuchón.
- Dejadle,
zorras, dijo Marina con voz pastosa, es joven para vosotras.
- Shhh, callaros ¡joder!, qué vais a despertar a
todo el barrio, dije.
- Bueno
ahí te la dejamos, a ver qué hacéis. Y empezaron a reírse todas como locas.
Yo cogí a Marina, y con
mucho trabajo la introduje en casa, la tumbe en una silla para poder cerrar la
puerta. Cuando volví, vi que se acababa de vomitar.
- Ay qué
mala estoy, me va a estallar la cabeza
- Ahora
quéjate, si no hubieras bebido tanto…
- Llévame
a la cama, cariño
- Antes
tienes que ducharte, para que se te quite el pestazo.
La prepare la ducha, y la
metí vestida. Ella se quejaba, la ropa se le pego a su cuerpo. La camisa blanca se le transparentaba y
dejaba ver un sostén blanco que a su vez dejaba entrever unos pezones oscuros. Ella
empezó a desnudarse, y tuve que ayudarla porque ella sola no podía, se quedo con
el sostén, las braguitas y los pantis negros pegados a sus muslos.
- Tengo
ganas de hacer pis, me dijo
- Espera
que te llevo a la taza
- No, no
aquí. Ayúdame.
Yo lo hice, procurando no
mirar. Pero no pude evitarlo, tenía el coño rasurado y el tatuaje de un
corderito en la ingle. Después de enjabonarla y aclararla, la seque con la
toalla, y la lleve a su alcoba. Allí la tumbe en la cama, la quité la toalla en
la que estaba envuelta. Estaba desnuda sobre las sabanas, cuando fui a taparla
un impulso me hizo no hacerlo y me quede extasiado viéndola, estaba dormida profundamente.
En ese momento tuve un impulso incontrolable, me puse a sus pies y besándola los
muslos fui lentamente subiendo hasta su coño. La abrí las piernas, ella no se resistía.
Empecé a lamerle el coño y ella daba unos pequeños gemidos, seguí hasta sus
pechos y se los chupe, viendo que no se despertaba, me envalentone y poniéndome
sobre ella, lentamente la penetre.
Yo bombeaba despacio,
intentando que no se despertara. Ella seguía dormida, pero aun así daba
gemidos. Como veía que no se despertaba, fui aumentando el ritmo y la fuerza de
las embestidas, yo resoplaba por el esfuerzo. El ruido de la cama que tantas
veces había oído desde mi alcoba, ahora era yo el que lo producía con mis
embestidas, y eso me producía una mayor excitación. Ella tuvo un orgasmo, pero
no se llego a despertar. Yo estuve un rato mas bombeando hasta que con un
ronquido me corrí dentro de ella. Me quede a su vera sudoroso, recuperando el
aliento. Entonces con una toallita la limpie lo mejor que pude los restos de
semen de su vagina.
Al dia siguiente, se levanto
a las tantas, yo estaba temeroso que recordara algo de lo sucedido esa noche.
Pero no, ella no dijo ni hizo nada que diera a entender tal cosa. Pasado un mes
y medio de aquella noche, Marina vino toda feliz y exultante, nos reunió a mi
padre y a mí en el salón.
- Vengo
del médico, estoy embarazada.
- Amor
mío, dijo mi padre abrazándola y besándola apasionadamente, soy muy feliz
- Felicidades
Marina, dije abrazándola y la bese.
- Esto
hay que celebrarlo, dijo mi padre voy a por una botella de vino.
Cuando mi padre fue a la
cocina a por el vino, Marina se acerco a mí y dándome un fuerte beso me dijo:
- Muchas
gracias, cariño. Me has hecho la mujer más feliz del mundo.
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