Edipo Rey.

Yocasta:”…tú no sientas temor ante el matrimonio con tu madre, pues muchos son los mortales que antes se unieron a su madre en sueños. Aquél para quien esto nada supone, más fácilmente llena su vida”.

Sófocles, Edipo Rey (496 AC)

domingo, 24 de febrero de 2013

La justicia da a dos hermanos gallegos el libro de familia




Se conocieron en Madrid, en 1977, sin saber ambos que eran hermanos de padre y madre, cuya traumática separación, dos décadas antes, descompuso una familia con un total de siete hijos de corta edad. Él se crió con su madre y otra hermana sin saber que tenía más. Ella creció con su hermano gemelo (ya fallecido) en un orfanato. Cuando siendo ya pareja se enteraron del lazo sanguíneo, rompieron. Pero, tras cinco meses, volvieron a juntarse aunque ocultándolo al principio. “Teníamos dos relaciones: de puertas para adentro como matrimonio, y en la calle como dos hermanos que viven juntos, hasta que se nos hincharon las narices.
Si la gente traga, bien, y si no también”, rememora Daniel. Insiste en que no es el mismo caso que el de los dos alemanes que sabían que eran hermanos cuando se conocieron y ella era menor de edad. “Además, a ellos no les salieron bien los hijos”, apunta el padre. 
A Daniel y Rosa Moya Peña, hermanos carnales que ya suman 35 años “de relación matrimonial”, no les preocupa que no puedan casarse. Y no se sienten concernidos por la sentencia del Tribunal de Estrasburgo avalando la penalización del incesto en Alemania —en España no lo es desde 1978— que anhelaban revocar dos hermanos en parecida situación a la suya. Pero en su larga batalla por legalizar “con todos los derechos” su insólita situación, la pareja de Cambre (A Coruña) ha conseguido ser reconocida a todos los efectos como progenitores de sus hijos, Cristina, de 26 años, e Iván, de 19. Son legalmente una familia, ahora ampliada con los dos pequeños de Cristina que también viven con sus abuelos maternos en su casa, a los pies del bosque animado que inspiró a Wenceslao Fernández Flórez.
Por sentencia judicial, Daniel ha dejado de ser el tío de sus hijos y Rosa la madre soltera de los mismos. Tienen libro de familia y los dos jóvenes han cambiado en sus DNI sus apellidos para llevar los de sus progenitores: Moya Moya. “Ahora, si muero, pueden heredar de mí, son legalmente mis hijos, no mis sobrinos. Aunque me hubiera gustado que ocurriera antes, porque de pequeños lo pasaron mal por el morbo de la gente”, afirma Daniel, de 57 años, quien añade: “Seguiré peleando para intentar que la Seguridad Social reconozca también a la que considero mi mujer y el amor de mi vida”. “A muchas parejas sin casar se les reconoce el derecho a una pensión cuando uno de los dos fallece, por los años de convivencia que llevaron”, razona. Y subraya que la inscripción de la pareja en el registro de uniones libres de Cambre, que tanto ruido causó en 1997, “no vale para nada”.

Se ha llegado a hacer una pelicula sobre su caso

Mas que hermanos 

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