Guadalupe era nuestra
asistenta toda la vida, o eso me parecía a mí, desde que era pequeño recuerdo
haberla visto allí. Era una mujer atenta, servicial y cariñosa sobre todo
conmigo, todo se la hacía poco para nosotros En aquella época tendría unos 55
años, y yo recién cumplidos los 15. Mis padres salían por la mañana hacia su
trabajo y no regresaban hasta ya bien entrada la tarde o incluso la noche. Había
días que estaba más tiempo con ella que con mis padres. En las fotos que ella
me enseñaba de joven, era una mujer impresionante, pero ahora debido a los
disgustos que le daba su marido y la vida en general se había ido marchitando
lentamente. Su marido era un borracho pendenciero, mas de una vez había dormido
en comisaria debido a altercados en bares y garitos de mala muerte.
Aquel dia por la mañana
cuando baje a desayunar, vi a Guadalupe llorando en la cocina, tenía la cabeza
apoyada en el hombro de mi madre, que estaba intentando consolarla. Yo me quede
tras la puerta sin atreverme a entrar.
- Lupe,
siéntate, y cálmate, decía mi madre, ya verás
como solucionamos esto.
- Esta
vez no, ha sido demasiado, traerme a esa fulana a casa….
- Tenias
que haberle dejado hace muchos años,
- Ni
casa propia tenemos, vivimos siempre en pisos de mala muerte, cada vez peores…
Doy gracias por no haber tenido hijos, sino, que vida les hubiera esperado. Y
rompió a llorar más fuerte todavía.
- Bueno,
pues ahora lo que vas hacer, es ir a tu casa, haces las maletas y te vienes a
vivir aquí, la habitación pequeña siempre esta vacía.
- Abandonarle
y venirme aquí… No sé cómo se lo tomará…
- Que
se quede con su fulana, tú te vienes aquí, siempre te ofrecido trabajar de
interna y no por horas.
- Lo sé,
bien, lo hare hoy mismo.
- Perfecto
Y así lo hizo, llevaba ya
unos días viviendo en casa, cuando mis padres tuvieron que salir urgentemente
hacia Mallorca, un tío mío estaba muy grave en el hospital. Yo me quede en
casa, atendido por Guadalupe. Esa
madrugada, salí de mi cuarto y al pasar por delante de su puerta, escuche a
Guadalupe llorar. Llame suavemente a su puerta y ella me abrió en camisón, me
fije que no llevaba nada debajo, sus pechos se movían libremente.
- ¿Qué
sucede? ¿Te ha pasado algo? Dijo enjugándose las lagrimas
- No,
no, es que te he oído llorar y me he preocupado.
- No
me pasa nada, cariño. Gracias por preocuparte, Y en ese momento, rompió a
llorar.
Se fue a su cama, y se sentó,
yo me quede de pie en la puerta. Ella me miro, me tendió la mano y yo fui a su
vera. Me hizo sentar en la cama, y se abrazo a mí y apoyando su cara en mí
hombro lloraba a lágrima viva. La abrace muy suavemente, ella pareció calmarse.
Yo me estaba empalmando por la situación, no me atrevía a moverme.
- Gracias
cariño, ya estoy mejor, anda vete a tu habitación.
Me levante, pero al hacerlo ella
se fijo en my bulto. Mi polla estaba a punto de salirse por encima del pijama.
Ella se fijo, y se le escapo un “Dios mío”, yo me tape y salí corriendo. Todo
avergonzado me acosté, a los pocos minutos
oí unos golpecitos en mi puerta.
- ¿Puedo
entrar?
- Si,
pasa. Se sentó a mi lado, y me sonrió.
- No
debes avergonzarte, es normal que a tu edad pasen esas cosas. Y las mujeres nos
sentimos halagadas cuando es por nosotras.
- Lo
siento, no se lo digas a mis padres.
- ¡Por
Dios!, eso nunca, y me acaricio la mejilla.
En ese momento me estremecí,
y mi pene volvió a ponerse tieso. Ella se dio cuenta, y bajando lentamente la
mano por mi pecho, llego hasta el. Lo agarro con suavidad, empezó a subir y
bajar, yo cerré los ojos y me deje llevar. Guadalupe se inclino sobre mí y se
lo introdujo en la boca, empezó a chupar, a los pocos instantes me corrí en su
boca. Tosió un poco pero se lo trago todo, se limpio la cara y me miro con
cariño. Apoyo la cabeza contra mi pecho, yo la mesaba sus cabellos, los dos en
silencio. Entonces ella se incorporo y se quito el camisón, quedando desnuda
ante mí, era la primera mujer desnuda que veía al natural. Sus pechos caídos y
sus carnes flácidas no me importaban una
pequeña mata de pelo cubría sus ingles. En ese momento, para mí era la mujer más bella que había.
Se tumbo en la cama, e hizo
que me tumbara sobre ella. Cogió mi pene con suavidad y se lo introduzco en la
vagina, ella empezó a gemir. Sus pechos bailaban con cada embestida que la
daba, “sigue así, cariño,” “no te pares” “lo haces muy bien” decía entre
gemidos. Al rato, ella apretó los dientes, arqueo su espalda y dio un gemido
que se oyó en toda la casa al mismo instante me corrí y me quede exhausto
encima de ella.
Nos quedamos abrazados hasta
primera hora de la mañana, ese dia era fiesta y por suerte no tenía que ir al
colegio. Cuando nos levantamos, a mí se me ocurrió una idea. La cogí de la
mano, y desnudos la lleve a la habitación de mis padres
- Aquí,
la dije
- No, estás
loco, aquí no.
- ¿Tú
sabes la cantidad de veces que he oído crujir esta cama?, ahora nos toca a
nosotros hacerla sonar.
Que morbo hacerlo en la cama
de mis padres, si se enterasen que habíamos mancillado su lecho conyugal. Pero
esos pensamientos no fueron impedimento para hacerlo. Ese dia y el siguiente
mancillamos todas las camas de la casa. Cuando llegaron mis padres, yo estaba
seco y Guadalupe feliz como una jovencita.
Ni que decir tiene, que no
fue la única sesión de sexo desenfrenado que tuvimos. Cuando las circunstancias
nos lo permitían, que por suerte fueron muchas, aprovechamos para desfogarnos.
Por supuesto que Guadalupe no volvió con su marido, ahora era más feliz que
nunca o eso adice por lo menos.