Debido a una enfermedad, mi
madre tuvo que ser ingresada en el hospital durante casi un mes. Su hermana Eva
se ofreció a venir a nuestra casa para ayudar en lo que pudiera, iba al
hospital para atender a mi madre y a la vez atendía nuestra casa. Vivía en Valencia
y estaba divorciada, había conseguido una buena pensión de su marido, por tanto
no necesitaba trabajar y podía permitirse pasar una larga temporada fuera de su
casa.
Durante algo más de una
semana todo fue bien, yo seguía yendo al instituto por la tarde y solía
regresar pasadas las diez de la noche, pero esa tarde debido a un corte de luz
en el instituto, anularon el resto de las clases. Llegue a casa sobre las ocho
y cuando entré, me quedé sorprendido porque la casa estaba completamente en
silencio, aunque con algunas luces encendidas, supuse que mi padre y mi tía
estarían en la terraza.
Entré en silencio y me
dirigí a mi cuarto. Cuando crucé por delante de la puerta de la habitación
donde dormía mi tía, me quedé estupefacto. Estaba entreabierta y pude ver como
mi padre estaba encima de ella follándosela brutalmente. Mi tía tenía los ojos
cerrados y gemía suavemente, la espalda de mi padre estaba perlada de sudor y
resoplaba por el esfuerzo que estaba realizando, paraba unos segundos sus
embestidas, se besaban y a continuación volvía al bombeo. No me di cuenta del
tiempo que estuve allí plantado mirando el espectáculo, cuando de repente mi
padre dio un ronquido y se quedó inmóvil
sobre ella.
- No
te pares todavía, no me dejes a medias.
- Joder…
eres insaciable…
Mi padre empezó a bombear de
nuevo pero ya no lo hacía al mismo ritmo de antes, a los pocos minutos ella dio
un gemido más fuerte y mi padre se derrumbo sobre ella.
En ese momento Eva miró hacia
la puerta y me vio, se quedó fijamente mirándome, pero no dijo nada. Cuando mi
padre hizo intención de bajarse de ella, se lo impidió para que no me viese. Me
hizo un gesto con la mano para que me marchara, lo cual hice de inmediato. Me
fui a la calle y me dirigí a un bar cercano para tomarme un pelotazo, lo necesitaba. Mientras esperaba
en el bar a que llegara la hora habitual de llegar a casa, no podía quitarme de
la cabeza lo sucedido. Mientras mi madre estaba en el hospital, ese desgraciado
la estaba engañando con su hermana.
Llegué a casa y allí estaban los dos, sentados a la mesa
cenando como si nada hubiese pasado.
- Hola
Luis, ¿has ido a ver a mamá? – preguntó mi padre
- Sí,
he estado esta mañana.
- Te
preparo la cena, - dijo Eva
- No
gracias, he comido algo antes de venir. Me voy a acostar, estoy cansado. Hasta
mañana.
- Bien
cariño, hasta mañana
- Hasta
mañana, hijo.
Apenas pude dormir esa
noche, las imágenes de ellos follando volvían a mi mente una y otra vez, y la de mi madre en el hospital. A
las seis de la mañana oí a mi padre salir para su trabajo, yo me quedé en la
cama. Más tarde oí a Eva levantarse, se duchó y estuvo haciendo cosas por la
casa. Cuando dieron las ocho, llamó suavemente con los nudillos a mi puerta
- Luis,
¿Estás despierto? ¿puedo entrar?
No la contesté,
- Por
favor, quiero hablar contigo - y abrió la puerta.
- ¿Qué
quieres?
- Sólo
explicarte lo que paso ayer
- Está
suficientemente claro lo que pasó.
- No
lo entiendes, tu madre lleva mucho tiempo enferma y desde hace meses ellos ya
no….tu padre también lo está pasando muy mal.
- Ya,
y tú te has ofrecido amablemente para hacérselo pasar bien.
- No,
lo dices de una manera… tu padre tiene sus necesidades.
- Y yo
también las tengo. – Y la agarré la mano y se la lleve a mi polla.
- ¿Qué
haces? ¿Estás loco?
- ¿No
me quieres ayudar a mí también?
- Eres
mi sobrino…
- Pues
ayer no tenías tantos escrúpulos con mi padre.
- ¿Por
qué haces esto? – y empezó a llorar amargamente.
La solté la mano
- Ande
vete, déjame solo.
Ella salió sin dejar de
llorar, se encerró en su cuarto y continuó llorando. Desde mi cama la oía
sollozar, al rato dejé de oír sus sollozos y vi como se abrió mi puerta
lentamente. Entró en mi cuarto y cerró la puerta tras de sí, se acercó a la
cama y cuando se encontraba a varios pasos, se paró. Me miró y se desabrochó la
bata que llevaba, cayendo al suelo. Se quedó completamente desnuda frente a mí.
Me quedé embelesado viendo su cuerpo, sabía que estaba buena, pero no tanto. Mi
tía se cuidaba mucho, hacía abundante ejercicio y eso mantenía su cuerpo firme
a sus treintainueve años. Tenía su pubis depilado completamente, sus pechos
estaban firmes, mi madre decía que se los había operado
- No
tienes por qué hacerlo si no quieres, no quiero que lo hagas obligada.
- No
me siento obligada y además quiero hacerlo, yo también tengo mis necesidades.
Levanté la sábana
invitándola a que se acostase a mi lado. Ella lo hizo y comenzó a besarme por
todo mi cuerpo, yo me dejaba hacer. Cuando llegó a mi polla se la introdujo en
la boca y empezó a chupármela, se le daba bastante bien. Se puso a horcajadas
sobre mí, agarro mi polla y se la colocó en la entrada de su coño. De un golpe
se la hundió hasta el fondo e inició un suave movimiento adelante y atrás, la
agarré sus tetas y la pellizqué los pezones. Después de unos minutos cambió sus
movimientos y empezó a cabalgarme, llegando a hacerlo con tal furia que llegué
a pensar que me iba a partir en dos, después se relajaba y bajaba el ritmo para
a continuación volver a aumentarlo y así repetidamente.
Nuestros jadeos eran cada
vez más fuertes, yo observaba como mi polla desaparecía completamente en de su
coño para a continuación volver a aparecer casi entera. Nunca me habían follado
así, con mis amigas era yo el que llevaba el ritmo y hacía todo el esfuerzo, pero
con ella no, ella llevaba el ritmo que quería y yo era el sujeto pasivo. Transcurrieron
muchos minutos en esa situación, yo ya me había corrido pero ella no se detuvo
hasta que llego al orgasmo dando un fuerte gemido. Se tumbó sobre mí y nos
quedamos abrazados mientras recuperábamos el resuello.
- Perdóname
por lo que te dije antes, estaba enfadado.
- Cariño,
si tienes razón, tu padre y yo no debíamos haberlo hecho. Pero no nos pudimos
contener.
- Lo
que debemos tener todos es mucho cuidado que mamá no se entere.
- Eso
es lo principal.
Continuamos acostados
durante un rato, hasta que Eva se levantó.
- Ya es
muy tarde, tenemos que ir al hospital a ver a tu madre. – dijo Eva
- Si,
no sé si podré mirarle a la cara.
- Pues
tenemos que comportarnos como si nada hubiera pasado.
Durante el tiempo que duró
su hospitalización, Eva continuó manteniendo relaciones sexuales con los dos. Nos
íbamos turnando, con mi padre por la tarde y conmigo por las mañanas. Dudo que
mi padre supiera, ni siquiera sospechara, que Eva y yo teníamos relaciones a
sus espaldas y en todo caso, no dio señal alguna. Cuando mi madre se recuperó
completamente, Eva volvió a su casa y todo regresó a la “normalidad”. Aunque de
vez en cuando hacía escapadas y me iba a pasar el fin de semana a su casa para
recordar viejos tiempos, hasta que se fue a vivir con un hombre. Se me había
acabado el chollo, pero fue maravilloso mientras duró, aunque todavía no he
perdido la esperanza de que algún día…
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