Llevaba algo más de un mes
trabajando en el supermercado. Aquel día estaba cobrando en la caja cuando
reconocí a Estefanía, mi profesora de historia en secundaria. Estaba
colocando la compra en la cinta, un hombre la acompañaba. Al llegar a mi lado
la saludé.
- Señorita
Fanny, hola. ¿Se acuerda de mí?
- Carlos,
¿Cómo no me voy a acordar de ti? No sabía que trabajaras aquí.
- Pues
sí, llevo más de un mes trabajando aquí.
- ¿Has
dejado los estudios?
- No
me ha quedado más remedio, mi padre falleció y tuve que ponerme a trabajar. El
sueldo de mi madre no llega para vivir los dos y apenas le ha quedado pensión.
- No sabes cuánto lo siento.
- Gracias.
- Son
112 con 15.
El marido, que había estado
callado durante toda la conversación, me entregó la tarjeta de crédito bruscamente.
- Toma,
cobra rapidito que tenemos prisa.
Estefanía le miró pero no le
dijo nada, después me miró y bajó los ojos. El marido recogió la tarjeta y
empujando el carro, empezó a andar hacía la salida.
- Bueno,
Carlos, me alegra de haberte visto,
aunque sea en estas circunstancias…
- Yo
también me alegro de haberla visto, señorita.
En ese momento el marido,
que había seguido andando, se volvió y de malos modos dijo en voz alta.
- ¿Vienes
o no? No tenemos toda la tarde.
- Ya
voy, bueno me tengo que ir, hasta luego – me dijo con una sonrisa
- Hasta
luego
Los seguí con la mirada
mientras salían de la tienda. A través del ventanal que había tras las cajas se
podía ver el aparcamiento. Aquel tipo la iba gritando, ella intentaba responder
pero él no atendía a razones. Se montaron en el coche y se fueron.
- Hijo
de p… - dije para mis adentros.
Durante unas cuantas semanas
no la volví a ver, cuando lo hice venía ella sola.
- Hola
señorita.
- Hola
Carlos, - me dijo con una sonrisa de lado a lado.
- Anda,
deja de llamarme señorita, llámame Estefanía o Fanny, como prefieras
- De acuerdo,
Fanny.
- Perdona
que me meta ¿No piensas volver a los estudios?
- No
lo sé, a lo mejor algún día, pero de momento no puedo.
- Lo
siento, porque eres buen estudiante.
- Qué
le vamos a hacer.
- Bueno,
hasta luego.
Recogió la compra y se fue.
Yo la seguí con la mirada. De vez en iba por la tienda y estaba el marido no hablábamos,
pero si estaba ella sola sí que lo hacíamos. Una tarde, acabado ya mi turno me
encontré con que ella salía de la tienda,
- Hola
Carlos, ¿ya has acabado el turno?
- Sí, me
voy a casa
- ¿Quieres
que te lleve?
- No
te molestes, me voy en el autobús.
- No
es molestia, te acerco.
- Gracias.
- Le ayudé a meter la compra en el coche.
La indiqué donde vivía,
cuando íbamos por el centro de la ciudad, me dijo
- Mira,
vivo en este bloque, ¿Te apetece tomar algo?
- No
te molestes, tu marido…
- Mi
marido está de viaje con el camión. Hasta el sábado no vuelve.
- Entonces
vale.
Subimos la compra a su casa
y me hizo sentar en el sofá.
- ¿Qué
quieres tomar?
- Una
cerveza, gracias.
- Pues
yo me tomaré otra.
Estuvimos charlando
amigablemente, cuando había pasado una hora o así me dijo
- ¿Te
apetece cenar?
- Gracias,
pero creo que no debería quedarme más. No quiero ponerte en ningún compromiso
con tu marido.
- Olvídate
de mi marido.
Mandé un SMS a mi madre para
que no se preocupara, diciéndola que pasaría la velada con unos amigos. Estuvimos
cenando y a la conclusión, la ayude a recoger todo.
- Bueno,
creo que debería irme.
Estefanía se acercó a mí y
me sujetó la mano.
- ¿Por
qué no te quedas esta noche conmigo?
- ¿Estás
segura?
- Si,
o es que no quieres... – me acarició la cara.
- Sí,
sí – dije atropelladamente. El corazón me latía apresuradamente…
La seguí a su habitación,
encendió la luz de la mesilla, se volvió hacia mí y nos besamos
apasionadamente. Se desabrochó el vestido y éste cayó al suelo, quedándose en
ropa interior, yo la miraba extasiado,
tenía una erección. Se desabrochó el
sujetador dejándome ver unos pechos pequeños pero firmes, después se quitó las
braguitas, su pubis lo tenía muy cuidado. A sus 45 años, seguía teniendo un cuerpo muy
bello.
Ella se acercó a mí y empezó
a desnudarme, conforme lo hacía me iba besando. Me quedé desnudo completamente,
la polla completamente erecta apuntaba hacia ella. Sin mirarla, me la agarró
con la mano y empezó a acariciarla. Nos tumbamos en la cama mientras nos
comíamos a besos. Ella se abrió de piernas y cogiendo mi polla se la puso en la
entrada de su coño y de un empujón la penetré. Dio un gemido, se agarró a mis brazos
y sus piernas se cerraron sobre mí, inicié el bombeo, su miraba estaba fija en
mí. Yo resoplaba por el esfuerzo mientras ella daba gemidos,
- Ahhhhh,
Ahhhhh, Siii, amor mío –
La penetraba hasta el fondo,
frenéticamente, su respiración era cada vez más rápida hasta que cerró los
ojos, dio un grito y se quedó inmóvil, jadeando. Yo seguí embistiéndola unos
segundos más hasta que me corrí dentro de ella. Nos quedamos abrazados, con
nuestros cuerpos cubiertos de sudor. Ambos jadeábamos mientras yo acariciaba
sus pechos y le pechizcaba los pezones.
Agarró mi polla y empezó a meneármela
para que se pusiera dura otra vez, me dio unos lametones. Cuando ya estaba
completamente erecta, se puso encima de mí y con toda suavidad se la introdujo
hasta el fondo. Inició un suave movimiento adelante y atrás, estuvo un rato así
cambio el ritmo y empezó a cabalgar lentamente, yo la acariciaba el clítoris y
con la otra mano acariciaba sus pechos. Aumentaba el ritmo durante unos
momentos y después lo retardaba, alternativamente aumentaba y retardaba el
ritmo, sus gemidos eran cada vez más continuos, ella llevaba el ritmo y tenía
el control completo de la situación. Me miraba fijamente, de repente dio un
alarido, arqueó su espalda y jadeando se quedó en esa postura.
Se descabalgó y se abrazó a
mí mientras me acariciaba la polla, acercó su boca a mi polla y con la lengua
empezó a juguetear con la punta. Se la introdujo completamente y comenzó a mamármela.
A los pocos minutos me corrí inundando su boca, se lo tragó todo, me miró y se relamió
los labios.
Permanecimos en silencio,
abrazados.
- Hacía
mucho tiempo que no disfrutaba tanto, amor mío.
- Tú sí
que eres maravillosa. Ninguna mujer me ha hecho lo que tú, ha sido el mejor polvo
que me han echado.
Los dos nos reímos y así
abrazados nos dormimos, antes de amanecer, ella me despertó.
- Cariño,
anda levántate, tienes que irte. No quiero que ningún vecino te vea saliendo
por la mañana.
- De
acuerdo. Oye ¿vamos a repetirlo?
- Por supuesto,
amor mío. Pero debemos tener cuidado.
- Podemos
encontrarnos en mi casa, mi madre trabaja por las tardes y estaríamos nosotros solos.
- De
acuerdo, así lo haremos.
Y así lo hacíamos, cuando su
marido estaba de viaje, quedábamos en mi casa. Allí estábamos tranquilos, mi
madre sospechaba que me veía con alguna chica de mi edad, pero nunca me decía
nada. Por supuesto que si llega a sospechar o descubrir que era Estefanía se
hubiera armado gorda en casa. El morbo que mi madre nos pillase hacía nuestra
relación mas excitante. Y una vez estuvo
a punto de pillarnos, cuando estábamos en plena vorágine sexual, oímos cerrarse
la puerta de la entrada, nos dio un vuelco al corazón. De un salto nos
levantamos de la cama.
- Carlos
¿estás en casa?
- Sí mamá,
- entreabrí la puerta de mi habitación – no entres por favor.
- Perdona,
cariño. – y me sonrió- voy a cambiarme
Mientras tanto Estefanía se
había vestido, cuando mi madre se metió
en su habitación, salimos corriendo hacia la puerta de la calle. Nos dimos un
beso
- Por
poco, - la dije
- Si,
por un pelo – y se fue rápidamente.
Cuando salió mi madre de su
habitación, me vino a dar un beso en la mejilla.
- ¿Se
ha ido?
- Si, es
muy vergonzosa.
- Siento
el susto que os he dado, cariño.
- No
pasa nada, mamá. – la dije, y esto ya lo pensé “ni te imaginas el susto que nos
has dado”
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