Mis ojos
estaban fuertemente cerrados, la espalda arqueada y las manos detrás de su
cabeza, tratando de acercar la boca de mi amante hacia mis pechos, intentando
en vano de conseguir más de él.
-
Ooooh , sí, chúpalas .... chupalas ...
Me sentía
tan bien al volver tener los labios de un hombre en mis pechos por primera vez
desde hacía año y medio, bajó por mi cuerpo, besándolo... necesitaba saciar el
hambre de mi coño, que llevaba tantos meses sin probar la polla de ningún
hombre. El único problema era que el hombre que me estaba haciendo gozar no era
del que realmente estaba enamorada. En mi mente fingía que era otro hombre el
que me estaba haciendo el amor.
La mano
de Manuel se movió de uno de mis pechos a mi coño y empezó a acariciarlo. A
continuación bajo su boca a mi coño y empezó a comérmelo, jugaba con mis
labios, buscaba mi clítoris. ¡Dios! Era todo un experto. Yo me agarré a las
sabanas y me retorcía de placer. Traté de aclarar mi mente y concentrarme en
él, pero no pude hacerlo. Tan caliente como estaba, empecé a fantasear de
nuevo. Sólo pude pensar en mi amante imaginario y eso hizo que mi deseo de
gozar se hiciese irrefrenable.
-
Fóllame, Gemí
-
Sí, Marta, eres tan ardiente, jadeaba Manuel en mi oído.
-
Lo sé, cariño, lo sé. Te quiero ahora. Quiero que me
hagas correr. Quiero tu hermosa polla en mi coño ahora. Le rogué en voz alta
mientras abrí mis piernas al máximo.
Me
penetró con suavidad, un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Empezó un
bombeo lento pero sin pausa. A cada embestida yo lanzaba un gemido, clavé mis
uñas en su espalda y le apretaba contra mí para que me penetrase más
adentro. Aumentó el ritmo, el cabecero
de la cama golpeaba la pared rítmicamente, el somier crujía hasta convertirse
en un chirrido continuo, mis pechos se movían al compas. La combinación de la
polla de Manuel y mi calentura me llevó rápidamente a la cima de ese placer
tanto tiempo deseado.... entonces llegó la liberación celestial, me corrí con
un grito que se oyó en toda la casa.
-
¡Aaaaahhhhh!
El cabrón
siguió embistiéndome sin compasión hasta que empezó a correrse dentro de mí. Se
quedó quieto sobre mí, jadeando, mientras me besaba en el cuello. Se bajó de mí y recostado me
miraba con una ligera sonrisa mientras pellizcaba suavemente los pezones con
sus dedos. Notaba como el semen salía de mi coño en un fluir lento pero continuo.
“Por favor, que el DIU no me falle”, pensé.
-
¿Qué te ha parecido? ¿Has disfrutado?
-
Sí, me has hecho disfrutar como hacía tiempo que no lo
hacía, - Y no mentí, el cabrón me había hecho ver el cielo.
-
Pues tengo más para ti. Déjame que me recupere un poco
y te lo demostraré.
Asentí
con la cabeza, ya de perdida al rio y quería ver hasta dónde me haría gozar. Recostó
su cabeza sobre mis pechos, con su labios les daba besitos y con sus dedos
jugaba con mi coño introduciéndolos suavemente y masajeándolo. Me iba a correr
otra vez y solamente con la acción experta de sus dedos. ¡Aaahhh!, tuve otro
orgasmo, él se reía.
-
¿Eso es todo?
-
Nooooo, - me respondió- , esto solo ha sido un entremés.
Ahora sí que viene lo bueno.
Mi hizo
levantar de la cama y me puso de espaldas a la pared. Empezó a masturbarse
hasta tener su polla en completa erección.
-
Agárrate a mi cuello,
Me
imaginé lo que venía a continuación, me agarró de los glúteos y suavemente me
hizo dar un salto. A pulso y muy lentamente me fue bajando, solté una de las
manos de su cuello y agarrando su mástil lo guié hasta la entrada de my gruta.
Cuando ya estaba en posición me dejó caer, y de golpe me la clavó hasta el fondo. Con mis piernas le rodeé la
cintura y lentamente inicié un suave movimiento arriba-abajo, con la ayuda de
sus fuertes brazos me subía y soltándome, me bajaba hasta que todo su miembro
se clavaba en mi coño.
-
Ahhhh, dios mío. ¡DIOOOSSSSSSSS!
Mis
gritos eran continuos con aquel mete-saca, el no hablaba, solo resoplaba. No mirábamos
con nuestras caras crispadas por el esfuerzo. Estábamos cubiertos de sudor,
poco a poco noté que el esfuerzo hacía mella en él y el ritmo era menor, pero
yo estaba a punto de correrme y eso era lo único que me importaba. Por suerte,
antes que el desfalleciera, llegué al orgasmo. En ese instante se detuvo y
aflojando los brazos hizo que me bajara. Vi como su miembro estaba tieso
todavía y poniéndome de rodillas, sin que me lo pidiera, me lo introduje en la
boca. Suavemente empecé a chupársela, haciendo pequeños giros con la cabeza a
la vez que me la metía o la sacaba. De vez en cuando me la sacaba por completo
y le daba lengüetazos en el glande, a lo que el respondía con gemidos. El tío
no se corría, así me tuvo varios minutos hasta que un gruñido me indicó que lo
iba a hacer. Me preparé para ello, quería tragarme su leche.
Noté el
semen golpeando mi garganta varias veces, me lo terminé tragando todo. Le di un
repaso con la lengua a toda la polla para que no quedara rastro ni de su semen
ni de mis fluidos. Me incorporé y le
bese en los labios, quería que el también sintiera su sabor y no lo rechazó. Nos
tumbamos en la cama a recuperarnos,
-
Marta, ha sido maravilloso. Creo que los dos lo
necesitábamos. Me puso la mano en la mejilla y sonrió dulcemente.
-
Si, ha sido maravilloso, lo necesitaba " dije con
una falsa sonrisa en los labios. Pero por dentro me estaba arrepintiendo de
haber caído tan bajo con un hombre que no le llegaba ni a la suela de los
zapatos a mi marido fallecido. ¡Dios!, si mi hijo se llegara a enterar...
-
¿Puedo pasar la noche aquí?
-
No, Manuel, es
imposible. No quiero que los vecinos hablen y pueda llegar a oídos de mi hijo.
-
Lo entiendo.
Me
levanté de repente y fui al cuarto de baño, quería eliminar el olor de Manuel
de mi cuerpo, con la esperanza de que también podría limpiar todo el episodio
de mi mente. Todo el incidente se produjo debido a lo que yo pensaba que era
una buena idea, pero cuando me di cuenta que había cometido un error, estaba
tan caliente que ya era demasiado tarde para echarme atrás. Me di una ducha
rápida, mientras me dirigía de vuelta a la cama, me preguntaba cómo deshacerme
de Manuel con tacto. Entre de nuevo a la habitación, Manuel ya estaba
completamente vestido y a medida que me acercaba a él, me sentía más sucia, me
tomó en sus brazos y me besó. Pensé que iba a vomitar.
-
¿Cuándo puedo volver a verte? - Me susurró mientras
acariciaba mi pecho izquierdo.
-
¡Quítame las manos de encima y vete! Grité en mi
cabeza, - No lo sé. Iker estará en casa en pocos días para pasar las Navidades.
Ya te llamaré más adelante. "
-
No puedo
esperar. - Susurró mientras me besaba de nuevo.
-
Tendrás que hacerlo, dije, pero sin embargo lo que pensaba
realmente era que "Antes se congelará el infierno que volver a hacerlo
contigo".
Cuando se
fue, me serví una copa de vino, me acurruqué en el sofá de la sala de estar y
comencé a reflexionar sobre mi dilema. Alberto, mi marido, había fallecido
hacía más de un año y me dejó viuda con 39 años y con un hijo de 19 años,
después de sufrir una grave enfermedad durante más de un año. Alberto y yo nos
amábamos mucho, era mi amor de toda la vida, desde adolescentes. Por suerte mi
marido tenía un buen seguro de vida y nos dejó en buena posición. Vivíamos en
una pequeña ciudad de provincias, de cara a nuestros amigos y conocidos eramos
un matrimonio conservador, pero nuestra vida sexual era un volcán. Nos
encantaba practicar sexo muy a menudo y nuestra imaginación no tenía límites.
Pero desde que enfermó nuestras relaciones sexuales se resintieron en gran
medida hasta en los últimos meses desaparecer completamente. Fue sin duda el
año más duro de mi vida.
Iker, mi
hijo, estaba preparándose para la universidad cuando su padre enfermó. Siempre
ha sido muy maduro para su edad , por lo que cuando su padre cayó en cama, Iker
decidió posponer la universidad para poder quedarse en casa y ayudarme en todo
lo posible. Durante ese año se convirtió en el hombre de la casa, haciéndose
cargo de todas las tareas que su padre solía realizar, además de algunas de las
mías. Fue un verdadero sostén para mí en esas circunstancias, creo que fue
durante ese tiempo cuando comencé a verlo, so como a un hijo, sino como un
hombre y esa sola idea me daba escalofríos.
Unos
meses después que mi marido muriera, Iker se fue a la universidad en Madrid,
como estaba previsto en un principio. Con ambos fuera de la casa lloré casi
todas las noches a causa de la soledad. Habían pasado más de tres meses desde
que Alberto muriese, cuando empecé a sentir el deseo por el sexo de nuevo. Fue
entonces cuando comencé a masturbarme con un consolador que compré, por primera
vez desde que me casé. Cuando empecé, me gustaba imaginar a Alberto en mi
mente, pero esa imagen sería reemplazada al poco tiempo por la de mi hijo. Con
sólo mirar las fotos de Iker, cuando hablaba con él por teléfono, me empezaba a
masturbar suavemente, intentando que no me oyese gemir, empezaba a sentir un
deseo irrefrenable, causándome una culpa terrible y haciéndome sentir sucia.
Cuando
venia algún fin de semana a visitarme y me abrazaba, acariciaba o me daba
besos, me costaba contenerme y no arrastrar a mi hijo a mi habitación y hacerle
el amor salvajemente. No podía dormir por la noche, sabiendo que el objeto de
mi deseo ilícito estaba sólo a un par de puertas de distancia. Me sentía
culpable, después de todo, él era mi hijo y una madre no debe sentir eso.
Finalmente decidí que la única cura era buscarme un amante ajeno a mi hijo,
craso error.
Manuel es
un amigo de la familia que había estado revoloteando alrededor de mí, incluso
antes de que Alberto muriese. Yo sabía que estaba listo para saltar a mi cama
en cuanto se lo propusiese.
Unos seis
meses después de la muerte de Alberto, Manuel empezó a invitarme a salir con
él. Yo sabía que lo que él quería era meterse en mi cama, pero yo me resistía a
aceptar sus invitaciones. Si mi hijo se enterase que seis meses después del
fallecimiento de su padre ya estaba saliendo con otro hombre no me lo
perdonaría jamás.
Con el
tiempo, la insistencia de Manuel para salir con el aumento y decidí aceptar su
invitación. Yo no estaba especialmente emocionada, pero por salir una noche a
cenar con él no pasaría nada. Me llevó a un buen restaurante, muy tranquilo y
por suerte nadie de mi entorno nos vio. Al regreso a casa, a la entrada del
portal me pidió tomar una última copa, a lo cual yo me negué.
-
No es buena idea, le dije. Todavía es muy pronto.
-
Lo comprendo, me dio un beso en la mejilla y se alejo
en su coche.
Cada
cierto tiempo salíamos a cenar o al teatro, pero todas las veladas acababan
igual, yo le decía que era muy pronto y el se iba. Hasta que llegó esa noche,
estaba tan caliente que le invite a tomar esa última copa. Y por fortuna lo
fue, ya que nunca más saldría con el y mucho menos me acostaría con él.
El día que Iker regresaba a casa para pasar las
navidades, yo me desperté más caliente que nunca. Mis pezones estaban duros como piedras, empecé a acariciármelos
con una mano y con la otra me empecé a masturbar frenéticamente mientras miraba
la foto de mi hijo que tenía en mi mesilla. “Iker, mi niño, mi amor” susurraba,
hasta que tuve un orgasmo. Me quede jadeando en la cama.
-
Perdóname cariño, pero te necesito, - dije dirigiéndome
a su foto, la cogí, la bese y me abracé a ella.
Me sentía
como una chiquilla a la espera de su primera cita, no sabía cómo iba a actuar
cuando le tuviera enfrente mío ¿Podría contenerme? Mientras que me duchaba, me volví
a masturbar. Había quedado en ir a buscarle a la estación del AVE, estaba
nerviosa, deseando abrazarle y comérmelo a besos.
Se abrió
la puerta de la salida y allí estaba, el chico más hermoso del mundo. Me sonrío
y fui corriendo hacia él, nos fundimos en un abrazo y empecé a besarle, incluso
llegue a besarle repetidamente en la boca.
-
Mi niño, mi vida, mi amor e intercalaba un beso entre cada una de las
palabras.
El
correspondió a mi cariño con más cariño todavía.
-
Mama, por fin
estoy aquí. Dijo con lágrimas en los ojos, mientras me acariciaba las mejillas.
-
Vámonos a casa,
Mientras
que andábamos por la estación, yo le llevaba sujeto por su brazo, con mi cabeza
apoyada sobre su hombro. Por fin le tenía a mi lado, iba radiante de felicidad.
Una vez en casa, le obligue a sentarse en el sofá mientras le servía una copa.
Me senté a su vera y volví a apoyar mi
cabeza sobre su hombro.
-
¡Dios mío, mama! ¿Estás bien?
-
Si cariño, es que me alegro tanto de tenerte otra vez a
mi lado. Estoy tan sola sin ti. Y me puse a llorar.
El me abrazó y se puso a llorar también.
-
Anda, no llores mas, tenemos dos semanas para estar
juntos.
-
Ya, pero después te irás otra vez.
-
No pienses en eso ahora. Oye, ¿por qué no te cambias y
nos vamos a cenar por ahí? Mientras tantos me doy una ducha rápida.
-
Claro que si, amor mío. Ahora mismo
Mientras
se duchaba caí en la cuenta que no había puesto toallas limpias después de
ducharme yo. Cogí dos y sin pensármelo dos veces entre en el baño y a través de la mampara semitransparente pude
ver la figura de mi hijo. Se estaba enjabonando y cuando llegó a su miembro
empezó a masturbarse. Yo estaba petrificada viendo la escena, en un momento
dado dijo casi en un susurro, “mama, mama” e instantes después empezó a
eyacular. Reaccioné a tiempo y dejando las toallas en su colgador salí. No me
lo podía creer, mi hijo se había masturbado pensando en mí, ¿sería esta la
primera vez? O ¿acaso lo había hecho más veces?
Cuando
salió de la ducha, con la toalla anudada a su cintura, yo todavía no me había
cambiado,
-¿No
te has cambiado todavía?
-No,
¿Por qué no nos quedamos en casa esta noche? Ya saldremos mañana, si quieres.
-Por
mi perfecto
Durante la cena estuvimos charlando
sobre nimiedades, yo no podía apartarme de la cabeza la escena de la ducha, el
me miraba furtivamente mis pechos. Me había puesto una blusa sugerente y debajo
no llevaba sujetador. Tenía mis pezones duros de la calentura que tenia y se
marcaban perfectamente a través de la tela. Pasada la una de la madrugada
decidimos irnos a acostar, en la puerta de mi habitación, me abrazó y dándome
un sonoro beso en la mejilla me dijo
-
Hasta mañana, mi reina.
-
Hasta mañana, rey mío.
Permanecimos abrazados, sin decirnos
nada. Y entonces sucedió, note su erección, que dura la tenia.
- Estoy
tan sola, mi niño.
- Lo
sé mama y lo siento, no debería haberte dejado sola. El próximo curso pediré el
traslado a una universidad más cercana, te lo prometo.
Le miré y sin pensármelo dos veces
le di un beso en la boca que él no rechazó. Seguimos besándonos y nos
introdujimos en mi habitación. Me empujo sobre la cama y yo quedé bocarriba
mirándole. El empezó a desabrocharse la camisa y yo hice lo mismo con mi blusa,
se quitó los pantalones y el bóxer y quedó con su inmenso miembro erecto
apuntando hacia mí. Por suerte había heredado la polla de su padre, un miembro
hermoso y de buen tamaño. Me desabroché la falda y el tiró de ella para
quitármela, a continuación me quito las braguitas que llevaba, quedando mi coño
recién rasurado a su vista.
-
Que hermosura, dijo. Y abriéndome las piernas metió su
cabeza entre ellas.
-
¡Oh, Dios!, exclame cuando note su lengua
introduciéndose en mi coño. ¡Oh, DIOOSSSS!
Seguí exclamando agarrándome a la
almohada por detrás de mi cabeza. Me estaba volviendo loca de placer, la no
paraba de jugar con mis labios, tiraba de ellos, de mi clítoris hasta que me
corrí salvajemente. El se quedó besándome el coño mientras que yo le acariciaba
su pelo.
-
Ha sido bestial, se nota que tienes mucha práctica.
-
Hombre, me he comido unos cuantos y a todas les ha
gustado, o eso han dicho al menos.
-
Te puedo asegurar que a mí me ha gustado y a ellas
seguro que también. Túmbate,
El me
obedeció, me puse de rodillas sobre la cama y cogiéndole la polla empecé a
masturbarle. Apenas me cabía la mano, me la metí en la boca y comencé a jugar
con ella. “Mama” dijo en un susurro, le daba lengüetazos en el glande, me metía
sus huevos en la boca y delicadamente tiraba de ellos. “Mama” repetía
constantemente. Tenía cerrados los ojos, y se agarraba a las sabanas.
-
Ahora es tu turno, me dijo.
Se incorporó
y me hizo tumbarme, se puso de rodillas en la cama. Abrí al máximo mis piernas, se agarró su miembro con la mano,
empezó a restregarlo contra la entrada de mi coño, yo lo miraba y suavemente me
lo metió. “Ahhhhh” gemí. Empezó a bombear y yo forzando el cuello miraba como
desaparecía completamente dentro de mi coño. ¡Ahhhh!. Lo sacaba hasta casi
salirse y otra vez hasta el fondo. Yo gemía quedamente y le miraba a su rostro.
Para aumentar mi placer, con mis dedos empecé a jugar con el clítoris, acariciándolo.
El me sujetaba los muslos para mantenerlos completamente abiertos, perdí la noción
del tiempo que duraron sus embestidas, pero fue bastante tiempo, supongo que
gracias a la paja que se hizo en la ducha.
-
Mi niño, amor mío decía mientras le miraba a los ojos.
-
Mama, mama respondía con la voz entrecortada.
De improviso me corrí sonoramente, sacó
su polla y me la acercó a mi pecho. Se la agarré y empecé a masturbarle hasta
que se corrió sobre mis tetas, acercó la polla a mi boca y se la chupe unos
instantes. Resoplando se acostó a mi lado, nos abrazamos.
-
Mama, te amo,
repetía de vez en cuando.
-
Mi vida, yo también te amo.
De repente
me miró con gesto serio.
-
¿Qué hemos hecho, mama? ¡Dios!, si alguien se enterase.
-
¿Y quién se va a
enterar, amor mío? Además, no veo que
hayamos hecho nada malo. No hacemos daño a nadie.
-
Ya, pero la gente no lo entendería.
-
Qué le den a la gente, yo te amo y nadie me va a
impedir amarte como yo quiera. Bueno, pero no te preocupes mi vida, que
procuraremos que nadie se entere.
Nos quedamos en silencio y abrazados
nos dormimos. A la mañana siguiente Iker seguía dormido cuando me desperté,
levante la colcha que nos cubría y pude contemplar su magnífico cuerpo, me fije
en su miembro que se encontraba relajado. Se lo agarré suavemente y empecé a
masturbarle lentamente para que no se despertara. Cuando se pudo un poco erecto
me lo introduje en la boca y empecé a chupárselo, me costaba metérmelo todo en
la boca pero lo conseguí.
-
Oh, Mama, - Dijo con un quejido.
Yo seguí chupándosela hasta que se
corrió en mi boca, no eyaculó mucho porque no había tenido tiempo de recargarse
del todo, pero algo sí que me comí.
-
Pensé que lo de anoche había sido otro sueño de los que
tengo contigo, pero no, ha sido real. Dijo.
-
Y tan real, amor mío. Te lo puedo asegurar.
Nos quedamos un buen rato en la cama
abrazados, a las diez de la mañana me dijo
-
Hoy que quedado con los amigos del barrio, si no bajo
me vendrán a buscar y me harán salir a la fuerza.
-
De acuerdo cariño, ¿vendrás para comer?
-
No, ya aprovecharemos para comer por ahí, pero esta
noche sí que cenaré contigo, no te preocupes. Y me besó en los labios.
El día se me hizo muy largo, solo
podía pensar en mi hijo y en lo que habíamos hecho. Por supuesto que no estaba
arrepentida y deseaba que llegase la noche para que me volviera a poseer. A eso
de las nueve de la noche, me envió un
Whatsapp con el mensaje: “Prepárate, que ya voy de camino y te voy a dar
más tralla que anoche”. Nada más recibirlo, la puerta de la casa se abrió, y
allí estaba mi hijo, mi hombre.
-
No me has dado tiempo a prepararme.
-
Es que he venido volando. Y se abalanzó sobre mí.
Me arrastro de la mano hacia mi
habitación y sin pérdida de tiempo me empezó a desnudar. Cuando me tuvo
completamente desnuda empezó a besarme por todo mi cuerpo, yo cerré los ojos y
me dejaba hacer. Me dio la vuelta y me pasó la lengua desde mi culo hasta el
cuello, nunca me habían hecho eso. Un escalofrió recorrió mi espalda y noté
como mi coño se humedecía.
-
¿Te gusta?
-
Sí, me encanta, sigue, por favor.
Me besó los glúteos y me volvió a
voltear. Apoyó su cara en mi pubis y aspiró profundamente.
-
Que olor mas delicioso y me lo besó.
-
Ahora me toca a mí,
Le desnudé y repetí todo el proceso
que él me había hecho. Cuando llegue a su miembro, sin miramientos me lo
introduje en la boca y empecé a chupárselo,
-
Tranquila, eso después. Ahora te voy a empotrar por detrás.
-
¿Me vas a dar por el culo?
-
No pensaba hacértelo por el culo, pero ¿quieres que lo
haga?
-
Otro día,
-
De acuerdo, mi reina.
Me arrastró al cuarto de baño y me
puso mirando al espejo. Apoyé las manos en el lavabo, y con sus pies, dándome
toquecitos hizo que me abriera de piernas. Acto seguido noté como su polla
pugnaba por entrar en mi coño. Yo me agaché un poco más para facilitarle la
entrada y a continuación de un golpe me
la metió. Se agarró a mis pechos y empezaron las embestidas, cada vez más
deprisa y más fuertes, yo gemía mientras que me besaba en el cuello. El daba
pequeños gruñidos por el esfuerzo que estaba realizando, mientras que yo gemía
ruidosamente. Nos mirábamos a reflejados en el espejo. Aquello era tan
excitante. Después de unos cuantos empellones más, saco su miembro de mi coño y dirigiéndolo a mi espalda se corrió con un
sonoro gemido. Yo todavía no había tenido mi orgasmo y se dio cuenta, me giro y
poniéndose de rodillas me abrió las piernas y me hizo que pusiese una de ellas sobre
su hombro. Y a continuación empezó a comerme el coño, la verdad es que tarde
poco segundos en irme pero él siguió comiéndomelo hasta que pasado unos
instantes tuve otro orgasmo. Hacía años que no tenia dos orgasmos tan seguidos,
Alberto lo conseguía a menudo, y por lo visto, mi hijo, además de su polla,
había heredado ese don.
Nos metimos en la ducha abrazados dejamos que el agua caliente cayese
sobre nuestros cuerpos, era tan relajante. Estuvimos más de media hora
abrazados, besándonos y acariciándonos.
-
Eres una amante maravillosa, mejor que ninguna de las
chicas con las que he estado
-
Y tú, eres un digno heredero de tu padre.
-
¿Soy mejor que él?
-
Sois diferentes, pero no tienes nada que envidiarle, te
lo aseguro, rey mío.
-
Desde que falta papa, ¿has estado con algún hombre? Lo
entendería, una mujer joven necesita desfogarse.
-
No, - mentí,- después del fallecimiento de tu padre no
he estado con nadie, solo contigo,
Si le contaba la verdad es posible
que se sintiese dolorido y hasta es posible que me odiase. No sé si me creyó,
pero si no lo hizo, no dio muestras de ello. Al día siguiente decidí darle a
estrenar mi culo.
-
Quiero que me des por el culo, vas a estrenármelo. Mi
hijo me miró asombrado.
-
¿Papa nunca te lo hizo?
-
No, para eso era muy suyo. Tenía metido en la cabeza que
eso no era de hombres.
-
Pues yo ya he taladrado unos cuantos culos. Pero todos
de chicas, que conste. Y nos reímos con su ocurrencia.
“A mí nunca se me hubiera ocurrido
pensar lo contrario”, me dije a mi
misma. Saqué un bote de lubricante anal y se lo ofrecí. Él lo rechazó, se
dirigió a la cocina y a su regreso vino con un bote de mantequilla.
-
Como en el último tango en Paris, dijo.
-
Que ocurrencias tienes.
Cogió un buen trozo de mantequilla y
se lo untó en la polla. Lo que le sobró lo utilizó para lubricarme el ano. Me
introdujo lentamente el dedo y lo movía suavemente en mi interior. Yo tenía mi
cara apoyada completamente en la almohada, mientras que daba gemidos. Estuvo
unos minutos dilatándome el año, sacó su dedo y noté como algo mucho más grande
pugnaba por entrar. Yo tenía miedo, pero
no le dije nada, rogaba que mi hijo me penetrase con delicadeza.
-
Tranquila, mama. No es el primero que desvirgo y la
mayoría han repetido después.
-
Confío en ti, mi amor.
Me agarró por la cintura e introdujo
un poco la punta, yo me quejé, y la sacó. Otra vez volvió a la carga y lo
introdujo un poco más. Y así, con esa táctica fue introduciendo la verga hasta
el fondo, sin ninguna brusquedad por su parte. A mí me caían unas lágrimas por el
dolor pero no le dije nada, sacó su miembro por completo y se lo volvió a
embadurnar de mantequilla y vuelta a empezar. Cada vez, con mi ano más
dilatado, me dolía menos, hasta que después de repetir varias veces la operación,
el dolor se termino convirtiendo en placer.
-
¿Ves mama? ¿A que ha sido más fácil de lo que
imaginabas?
-
Si, dije entre gemidos mientras que seguía penetrándome
con toda la delicadeza del mundo.
De vez en cuando la sacaba por
completo y se la untaba con más mantequilla, pero a lo último no creo que fuera
necesario. Había perdido la noción del tiempo cuando de repente note que mi
hijo se paraba y abrazándose a mi espalda, y agarrando mis pechos, dio un
ronquido y se corrió dentro de mí,
-
Sigue, mi niño. Aun no me he corrido. Dije entre
suspiros.
El siguió unos instantes más y por
suerte me corrí, no sabía cuánto tiempo hubiera podido aguantar mi hijo. Se bajó de la cama y se dirigió al
cuarto de baño, oí correr el agua, estaba lavándose la para quitar todo rastro
de mantequilla y lo que no era mantequilla. Cuando volvió la traía lustrosa, reluciente
sin ningún rastro ni olor. Se tumbo a mi lado y nos abrazamos.
-
Ya verás como la próxima vez te gusta más.
Asentí con
la cabeza, y así, en esa posición nos quedamos dormidos. El resto de las vacaciones las pasamos
follando como locos, apenas tuvimos contacto con el mundo exterior, excepto en
las fechas señaladas, que nos reuníamos con la familia. Al final de las vacaciones, cuando ya iba a
marcharse, yo me encontraba abatida casi rozando la depresión.
-
Voy a buscar un piso para mí solo, en el extrarradio serán
más baratos, ahora, con la crisis por 400 ó 500 euros los tienes. Te vas a
venir conmigo estos meses que quedan.
-
Pero cariño...
-
No hay peros que valgan, yo no te dejo sola y yo no
quiero estar solo.
Nos fundimos en un beso, yo estaba
exultante. Dicho y hecho, a la semana me llamó para que preparase unas cajas
con lo imprescindible para pasar unos meses. Lo mandamos por una empresa de
transporte y me fui a vivir con mi hijo. Como podéis imaginar, nuestras
sesiones de sexo eran casi diarias, por suerte, mi hijo es un magnifico
estudiante y sacó todo con buena nota. No me hubiera perdonado que perdiese el
curso y al año siguiente, consiguió una beca para una universidad mas cercana a
nuestro domicilio.
Manuel me estuvo llamando durante un
tiempo, pero al final “capto” el mensaje y asumió que no nos volveríamos a ver.
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