Mi nombre es Pedro, y tengo
22 años de edad. Fui a visitar a mis padres este fin de semana, ya que tenía un
breve descanso de la universidad.
Me desperté esa mañana al oír
cerrarse fuertemente la puerta de la calle. El despertador marcaba las siete de
la mañana y pensé que era extraño que alguien se hubiera levantado y mucho menos
haber salido de la casa, ya que era la mañana del sábado. Me levanté de la
cama, miré por la ventana y vi a mi padre subir a su coche y marcharse rápidamente.
A juzgar por la expresión de su rostro y sus movimientos, parecía realmente
enfadado.